Dos imágenes antagónicas del paisaje y el paisanaje de Aleppo: la Gran Mezquita y el mercado de frutas y vegetales de Sharia Bab Antakya, justo al lado de la estación de autobuses y casi por frente a la bab Antakya, una de las puertas de entrada al zoco.
[+/-] | Siria. Paseando por el zoco de Aleppo II. |
Siguiendo por las inmediaciones del zoco principal de Aleppo, el viajero se encuentra tesoros de la ciudad vieja de Aleppo como el espléndido edificio de Bimaristan Arghan, construido en el siglo XIV y que con el tiempo se convirtió en un asilo para enfermos con problemas mentales. Así continuó hasta el siglo XX y hoy alberga un pequeño museo de la historia de la medicina siria, donde se pueden conocer a muchos de los científicos cuyos conocimientos llegaron a nuestro país cuando España era territorio de los Omeyas. Justo enfrente, se encuentra una fábrica de jabón de Aleppo, donde se puede comprar este afamado producto sirio. Cerca del zoco al-Nahaseen y la calle Bab Qinnesrin. un callejón conduce a la preciosa mezquita de Al-Adlitta, una joya otomana del siglo XVI.

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[+/-] | Siria. Visitando la Mezquita de los Omeyas de Damasco. |
Es el cuarto lugar sagrado más importante del Islam, la más relevante construcción religiosa de Siria y el símbolo de Damasco. Su historia como localización espiritual comienza nada menos que hace 3.000 años, cuando los arameos construyeron aquí un templo a su dios Hadad, un dato más que recuerda que Damasco es la ciudad continuamente habitada más antigua del mundo. Pero aquí no sólo fue celebrada la sacralidad de Hadad; también pasaron Jupiter y, cuando los romanos se volvieron cristianos, San Juan Bautista, cuya cabeza se decía estaba aquí. Hubo un tiempo que se oró a Dios y a Alá, cada uno en su ala del edificio, aunque finalmente Alá acaparó todo el protagonismo y se quiso remodelar el templo en su honor. Corría ya el siglo VIII y más de 1.000 artesanos se dedicaron a levantar la nueva mezquita, la Mezquita de los Omeyas, que supuso un fuerte gasto para las arcas sirias. Pero el esplendor de los Omeyas quedó patente, aunque hoy en día mucho de lo que fue hay que adivinarlo. Sus paredes ya no están cubiertas en toda su totalidad por mosaicos ni cuelgan las que se dicen eran 600 lámparas de oro, pero la mezquita sigue siendo igual de impresionante. Aún más si se escucha la suave y melodiosa llamada a la oración desde el centro de su enorme patio.
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